Una da las cuestiones que hay que decidir cuando se aborda la pintura urbana, es que hacer con la gente. Recuerdo que uno de los primeros cuadros que colgué en una exposición colectiva era una acuarela de la Gran Vía de Madrid en la que no había nadie. Una señora me preguntó que como había hecho para que no hubiera ni coches ni personas.
En el fondo tenía razón, pues nuestra experiencia nos dice que las calles están llenas de gente, y su ausencia nos produce cierta desazón.
Además, desde el punto de vista pictórico son muy útiles ya que sirven, por ejemplo, para dar idea de la dimensión de real de lo que pintamos. También pueden servir para ocultar algo que no sabemos como resolver. De todas formas no es fácil situarlas de forma realista y que además sea coherente con el resto del cuadro.
He hecho estos días dos ejercicios. En el primero de ellos he tratado de insinuar únicamente los volúmenes de forma que no distrajeran demasiado, y acompañasen el resto del cuadro.
En el segundo he intentado situar unas figuras en primer plano, de la manera más suelta posible, tratando de transmitir la sensación de que se encontraban en un entrono urbano.
En ambos casos el tema es la Puerta del Sol de Madrid.
2 comentarios:
Javier, fantástica la primera. La segunda me gusta más el fondo urbano que las mismas personas.
Yo también creo que una acuarela de un lugar donde circula mucha gente hay que ponerla o sugerirla. Así como otros elementos.
Me ha hecho gracia tu anécdota del japonés, que acabo de leer... sí, lo fotografían todo!
Saldos. Joshemari
Hola joshemari,
Se trataba de experimentar, y coincido contigo que es posible que la primera sea mejor, aunque me parece que hay demasiada gente, pero bueno, andando se hace camino.
Sobre la anecdota del japones, me parció una buena idea para alegrarle el día a Enrique, aunque te advierto que es rigurosamente cierta.
Pintar en la calle, es una fuente inagotable de experiencias, al margen de la puntura.
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